lunes, 17 de diciembre de 2012

01.- MITOLOGIA GRIEGA: ARGONAUTAS



Jasón y 50 héroes que navegaron a bordo del navío Argo en busca del Tosión de Oro. Cada uno de los héroes que bajo el mandato de Jasón en la nave Argos llegaron a la Cólquida, en donde se apoderaron del vellocino de oro, ayudado por Medea. Argonautas, el grupo de héroes que zarparon en el barco Argo para obtener el vellocino de oro. El jefe de la expedición fue Jasón, hijo de Esón, rey de Yolco en Tesalia. Esón fue depuesto por su hermanastro Pelias, quien entonces intentó impedir que Jasón reclamase el trono. Con este propósito, persuadió a Jasón de emprender la peligrosa búsqueda del vellocino de oro, que guardaba Eetes, rey de Cólquida, una región situada en el extremo oriental del Ponto Euxino (mar Negro). Jasón reunió a los 50 jóvenes más nobles de Grecia para que lo acompañaran en el viaje. El grupo elegido incluía a Heracles, Orfeo, Cástor y Pólux y Peleo.
Argo zarpó de Yolco hacia la isla de Lemnos, y pasó por el Ponto Euxino Misia, una zona al este del mar Egeo, y Tracia. En la primera parte del viaje la tripulación perdió a Heracles, quien abandonó el barco para buscar a Hylas, su amigo y escudero. Los argonautas salvaron a un rey tracio, Fineo, del hambre causada por las harpías, criaturas aladas con cabezas de viejas y cuerpos de aves, quienes se llevaban o ensuciaban sus alimentos. En agradecimiento, Fineo les dijo cómo pasar a través de las Simplégades, las rocas que guardaban la entrada al mar Euxino chocando unas contra otras cuando alguien pasaba entre ellas. Tal como Fineo les había advertido, los argonautas soltaron una paloma que voló entre las Simplégades. Como las rocas se entrechocaron y comenzaron a volver a su posición, Argo pasó rápidamente a través de ellas.
Cuando la nave finalmente alcanzó Colco, Eetes afirmó que no entregaría el vellocino si antes Jasón no uncía a dos toros de pezuñas de bronce que echaban fuego por sus ollares y araba un campo. Él debería después sembrar el campo con los dientes de un dragón y vencer a los hombres armados que nacieran de aquéllos. Ayudado por la hija de Eetes, la hechicera Medea, que se había enamorado de él, Jasón superó esas pruebas y se llevó el vellocino. Medea, al huir con él, mató a su hermano Apsirto para impedir la persecución de su padre. En el viaje de regreso a casa, el Argo pudo pasar sin inconvenientes entre Escila, el monstruo de seis cabezas, y el remolino de Caribdis. Las nereidas, enviadas por la diosa Hera, salvaron al barco de la destrucción en una tempestad en la costa de Libia, y desde allí, el Argo zarpó hacia Creta y llegó entonces a Yolco. *ARGONAUTAS: héroes que acompañaron a Jasón en la expedición organizada para conquistar el vellocino de oro. Después de haber consultado el oráculo de Delfos, Jasón, a quien su tío Pelias había impuesta la búsqueda del fabuloso vellocino, reúne con la ayuda de Hera un grupo de valerosos héroes para formar la tripulación. Pero muy pronto la leyenda añade al grupo a Heracles y a otros héroes procedentes de las más variadas regiones. Además de Jasón, capitán de la expedición, encontramos entre otros a Argo, hijo de Frixo y constructor del navío Argo, cuya proa fue tallada en la madera de un roble procedente del bosque sagrado de Dodona, ofrecido por Atenea, que le había conferido además el don de la profecía; a Tifis, su piloto, que aprendió el arte de la navegación, entonces aún desconocido, de boca de la propia Atenea; a Orfeo, el músico tracio cuyo cometido era marcar la cadencia de los remeros; a varios adivinos, entre ellos Anfiarao; a Calais y Zetes, los dos hijos alados de Bóreas, dios del viento del norte; a los Dioscuros, Cástor y Pólux; a Acasto, el propio hijo de Pelias, que se unió a la expedición en el último momento; a Peleo y su hermano Telamón; a Linceo, dotado de una vista extraordinariamente aguda, como el lince cuyo nombre porta, y por último a Heracles, el gran héroe tebano, que interviene particularmente en un episodio de la travesía: el rapto de Hilas. Los Argonautas embarcan el puerto tesalio de Pagasas después de haber hecho un sacrificio a Apolo, y su primera escala será la isla de Lemnos, habitada únicamente por mujeres. Estas, a quienes Afrodita había castigado impregnándolas de un insoportable hedor, habían sido abandonadas por sus maridos y para vengarse habían exterminado a todos los varones de la isla. Las lemnianas, libres ya de la maldición de Afrodita, acogieron con agrado a los Argonautas; éstos se unieron a ellas y repoblaron de este modo la isla. Después de detenerse en Samotracia para iniciarse en los misterios órficos, penetraron en el Helesponto y desembarcaron en la isla de Cícipo, cuyo rey les recibió con la mayor hospitalidad. Al día siguiente reemprendieron su ruta, pero unos vientos contrarios les arrojaron nuevamente  sobre la costa de la isla en plena noche. En la oscuridad, que impedía que los habitantes de la isla y los Argonautas se reconocieran, se entabló un feroz combate en el cual murieron numerosos isleños, entre ellos el propio rey Cícico, atravesado por una lanza arrojada por Jasón, que posteriormente ofrecerá en su honor unos suntuosos funerales. En eñ momento en que el Argo alcanzaba Bitinia se rompió el remo de Heracles, viéndose forzados a hacer escala para reponerlo. Mientras Heracles se dirigía a un bosque próximo con el objeto de encontrar un árbol apropiado para fabricar otro remo, el joven Hilas, a quien Heracles amaba, recibió  el encargo de sacar agua de un pozo. Las ninfas que allí habitaban, maravilladas por la belleza del joven, le atrajeron hacia sus dominios acuáticos, donde pereció ahogado. Abrumado de dolor por la desaparición de Hilas, Heracles se lanzó a una inútil búsqueda de su compañero y no llegó a tiempo para embarcar en el Argo. El viaje prosiguió sin él, pues ya el destino habían predicho que Heracles no participaría en la conquista del vellocino de oro. En el país de los bébrices, el rey Ámico desafió a un combate singular a los Argonautas, pero el luchador Pólux le mató rompiéndole el cráneo. Más tarde el Argo tuvo que hacer una escala en Tracia, en la orilla europea del Helesponto; allí los héroes fueron acogidos por el rey Fineo, hijo de Poseidón. Dotado del don de la profecía, Fineo había sido castigado por los dioses por haber osado penetrar en ciertos secretos: Zeus le cegó, haciendo que las harpías se arrojasen sobre sus alimentos y, después de devorar parte de sus viandas, ensuciasen el resto con sus excrementos cada vez que pretendía comer. Los hijos de Bóreas, Calais y Zetes, hicieron huir a estos monstruos mitad mujeres mitad aves, liberándole por fin de su acoso. Fineo, en agradecimiento, reveló a los Argonautas cómo franquear el siguiente obstáculo de su ruta: las siniestras rocas Cianeas. Las rocas Cianeas eran dos escollos móviles que se cerraban uno contra otro cada vez que un navío pretendía franquearlos, aplastándolo y destruyéndolo. Después de haber soltado una paloma, que logró pasar entre las rocas perdiendo únicamente una pluma de la cola, los Argonautas, con ayuda de Atenea, consiguieron atravesar a toda velocidad el paso de las Cianeas con escasos daños: sólo la popa del Argo sufrió un leve desperfecto, como le había sucedido a la paloma. Desde entonces, por voluntad del destino, las rocas Cianeas permanecieron inmóviles. Ya en el Ponto  Euxino, es decir, en el mar Negro, el Argo prosiguió su viaje sin problemas hacia la Cólquide aunque sin su piloto Tifis, que había muerto de enfermedad en el país de los mariandinos, siendo sustituido al timón por Anceo. Avistadas las costas de la Cólquide, término de su viaje, el navío remontó finalmente el río Fase y echó anclas ante la capital, Eea. Jasón se presentó entonces ante el rey de la Cólquide, Eetes, y le expuso el objeto de su misión. Con la secreta esperanza de desembarazarse de él, el rey Eetes le impuso una prueba de fuerza y habilidad: uncir al mismo yugo una pareja de toros con pezuñas de bronce que despedían fuego por lo ollares, arar con ayuda de éstos un extenso campo y sembrar en los surcos así abiertos los dientes de un dragón, matando por último al ejercito de hombres armados que nacerían de tal siembra. Ayudado por los poderes de la maga Medea, hija de Eetes, a quien Afrodita había inspirado un ciego amor por Jasón, el héroe salió victorioso de tan temible prueba, pero el rey se negó pese a todo a entregarle el vellocino de oro. Siempre ayudado por Medea, a quien había prometido en matrimonio, Jasón consiguió apoderarse del preciado objeto aprovechando que la hechicera había dormido con sus sortilegios al dragón encargado de su custodia, y ambos huyeron hacia el Argos, que inmediatamente levó anclas y se hizo a la mar. Eetes se lanzó en persecución de los fugitivos y Medea, para retrasar el alcance, no dudó en matar a su hermano pequeño, que había embarcado con ella, y lanzar su cuerpo descuartizado al mar, obligando así a Eetes a detenerse para recoger los restos de su hijo y darles sepultura. De este modo escaparon los amantes de la venganza del rey, traicionado por su hija. Las tradiciones difieren tanto sobre las circunstancias que rodearon el regreso de la expedición como sobre el itinerario seguido por el Argo, que varía mucho según las diferentes versiones. Zeus, irritado por el fratricidio de Medea, envió una tempestad que les hizo perder el rumbo. La proa mágica del navío habló entonces para comunicar a los Argonautas que debían ser purificados por Circe, hermana de Eetes y Pasífae, que vivía en una isla de la costa meridional de Italia. Después de haber visto a la célebre hechicera, Jasón prosiguió su viaje , dejando atrás Escila y Caribdis, las sirenas y las islas Errantes. El Argo hizo una escala en la isla de los feacios (hoy Corfú), donde su tripulación tuvo que hacer frente a un contingente de colcos que se habían lanzado en su persecución. Alcínoo, rey de los feacios, acude en ayuda de los Argonautas y la expedición pudo continuar su camino. Desviados de su ruta por una tempestad que les arrojó a la costa de Libia, donde tuvieron que cargar con el Argo a hombros para atravesar el desierto, los Argonautas consiguieron finalmente llegar a Creta. La isla, gobernada por el rey Minos, estaba custodiada por un gigante de bronce llamado Talos, un mosntruo autómata construido por Hefesto que recorría tres veces al día la costa para impedir la entrada de intrusos. Los Argonautas están a punto de ser destruidos por el gigante, pero una vez más se salvaron gracias a Medea, cuyas artes consiguieron descubrir el punto vulnerable de Talos –un clavo situado en el tobillo del autómata, que retenía la sangre de su única vena- y destruirlo. Tras hacer escala en Egina, los Argonautas costean Eubea y entran en Yolco cuatro meses después de su partida. Jasón entregó el vellocino de oro a Pelia y luego condujo el Argo a Corinto para consagrarlo a Poseidón.

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