Hija de Enómao, rey de Pisa, en Elide; su nombre significa "domadora de caballos". Era tanta su belleza que no paraban de llegar pretendientes para solicitar su mano, pero su padre se negaba a casarla por celos y por temor. En efecto, Enómao estaba ardientemente enamorado de su propia hija y además un oráculo le había predicho que moriría a manos de su yerno. Había dispuesto, por tanto, que solo entregaría a Hipodamía al que consiguiese derrotarlo en una carrera de carros entre Pisa y Corintio. Enómao, gracias a los veloces caballos que le había ofrecido el dios Ares, siempre resultaba vencedor y ya había dado muerte a doce desgraciados competidores, cuyas cabezas cortadas adornaban la puerta de su palacio. Fue entonces cuando apareció Pélope. Hipodamía se enamoró perdidamente del joven héroe venido de Asia y decidió traicionar a su padre. Consiguió que el auriga Mírtilo, que estaba enamorado de ella, sustituyera las clavijas del carro de Enómao por otras de cera, que no tardaron en ceder durante la carrera. El accidente costó la vida de Enómao, dando a Pélope el reino de Pisa y la mano de Hipodamía. Mal pagado por los servicios prestados, Mírtilo murió a manos del nuevo rey, bien porque había intentado violar a Hipodamía o bien porque esta, despechada por haber sido rechazada por el auriga, le acusó falsamente de haber abusado de ella. Al morir, Mírtilo lanzó una maldición contra la descendencia de la pareja real, contribuyendo así a acrecentar las desgracias que iban a abatirse sobre los Atridas. Hipodamía, celosa de su hijastro Crisipo, planeó su muerte y, o bien hizo que sus hijos Atreo y Tiestes lo mataran, o bien lo mató ella misma con la espada del rey tebano Layo, invitado al palacio. Al descubrirse el crimen, Pélope expulsó - o mató- a su esposa. Sin embargo, después de su muerte y por orden de un oráculo, su esposo depositó sus cenizas en una capilla del Altis, el recinto sagrado de Olimpia.
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